“En el DF (México) las parejas podrían casarse por dos años, para empezar”. Este titular, correspondiente a una noticia publicada en un diario mexicano de septiembre de 2011, informaba de la propuesta que hicieron algunos asambleístas de reformar el Código Civil para que al finalizar el periodo de tiempo de dos años, los cónyuges puedan decidir si renovar este contrato de manera indefinida o deshacer el matrimonio. La propuesta surgió con la intención de disminuir el número de divorcios pero suscita más polémica de la que se deja entrever.
Esta noticia incentiva la imagen que se nos presenta a muchos jóvenes cuando oímos hablar de matrimonio: un negocio, una falsa, una tapadera para la burocratización de lo único que siempre se ha creído que no se puede comercializar, los sentimientos. Este comunicado no es más de la materialización jurídica y política de la decadencia de lo que hasta entonces ha sido el matrimonio.
Estos contratos parten de la idea de que algunas nupcias se llevan a cabo de una manera casi insensata, cuya consecuencia más palpable es la gran cantidad de problemas de tipo judicial que acarrea la vuelta a la realidad y el ser realmente consciente de que has intentado convertir algo esporádico en una historia de por vida. Sin embargo lo que ha podido estar más presente en la mente de estos congresistas es la falta de preparación de las parejas para la vida conyugal. Dicen que el amor en su estado más puro solo dura tres años, no tengo los suficientes recursos informativos sobre esta afirmación como para darle mi aprobación, pero tal vez si que pueda trasladarla al tema que nos ocupa para constatar que lo que podríamos denominar “el boom” del matrimonio, es decir, esa fase sin problemas ni preocupaciones que todos deseamos tener durante toda la vida con la persona que queremos a nuestro lado, si que tiene fecha de caducidad, establecida en esta noticia en torno a los dos años. Ahora bien, esto no quiere decir que mi opinión sea la de que el amor es incapaz de resistir a esos dos años. Creo que no todos estamos preparados para que se derrumbe nuestro cuento de hadas y caer de bruces contra la realidad y puede que esa idealización del concepto de desposarse con alguien es la que nos impida darnos cuenta de que la unión a través de este sacramento es algo más serio. El matrimonio está en crisis, el amor está en crisis, el bote salvavidas que se le está ofreciendo puede ser la solución.
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